Disfruta de esta pequeña meditación sobre la verdad más esencial: la vida es incierta.
Colócate en una postura cómoda: sentado sobre un bloque o manta, apoyado sobre una pared o estirado boca arriba. Una postura que permita que tu cuerpo se relaje. Que tu mente se calme.
Poco a poco vas a llevar la atención a la respiración. Sentir como el aire entra y sala por los orificios de tu nariz. Palpar el oxigeno recorriendo tu cuerpo, hidratando tus músculos, revitalizando tus células.
Inhala profundamente por la nariz. Exhala por la nariz. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Inhala profundamente por la nariz. Exhala por la nariz.
A medida que vas conectando con tu respiración, te invito a que empieces a aminorar su ritmo. A profundizar cada ciclo.
Observa unos instantes tu mente y ábrete al presente.
A la vida.
Al misterio que aguarda la vida a cada momento.
Pues la vida es eso. Incertidumbre y misterio.
Magia y secretos.
La vida es incierta. La vida no se rige por el tiempo. Ella fluye al ritmo de la naturaleza. Ella navega a otra cadencia. Una cadencia que debemos comenzar a descifrar y comprender.
La vida se construye a cada momento. Sin embargo, pensamos que planificando las cosas, todo ocurrirá como nuestra mente lo ha previsto. ¿Pero cómo la mente de un individuo puede ordenar los ritmos del Universo? ¿El fluir del mundo entero?
Nuestro ego desea eso. Por eso está constantemente frustrado y decepcionado. Porque él desea dominar algo eterno, algo grandioso, algo inconmensurablemente incierto: la vida.
Medita unos instantes este hecho. Crea espacio en tu mente para dejar que vibren en ti. Que la energía de lo que acabas de oír sea absorbida por cada poro de tu piel. Por cada célula de tu cuerpo. No huyas de esta verdad. La vida es incierta. Y debes empezar a convivir con ella.
¡Qué maravilla que esto sea así! Cada día es diferente, cada día el sol amanece distinto. Cada día la luz difiere, el mar canta a un ritmo diferente. El viento ulula sonidos únicos. La respiración es cada vez más profunda.
Si empiezas a entender que todo es incierto, dejas de controlar lo que ocurre fuera de ti. Dejas de luchar por poseer más. Dejas de vivir por una imagen artificial. Dejas de querer lo material.
Cuando entiendes que la vida es incierta, diriges la mirada hacía ti. Hacia aquel que siempre está ahí. Hacia el testigo sosegado de tu corazón vibrando. Y en vez de querer cambiar algo exterior, cambias la mirada de tu interior. Para que ésta refleje la verdad. Que todo es incierto, impermanente y mortal en este mundo terrenal. Y que si uno desea ser dueño de sí debe empezar a vivir. Vivir desde dentro, observar los sucesos y dejar pasarlo todo, sin aferrarse a nada, sin huir de nada, sin resistirse a nada. Palpitar en el momento y sentir sus maravillas.
La suavidad de la respiración. La claridad de una mente aquietada. El amor de un corazón abierto. La vida en su estado más puro y esencial: el momento incierto. El momento pleno.
Deja que estas palabras vibren en ti, convivan contigo y se hagan tu amigo. Deja de planificar tanto, y disfruta de todo lo que haces sin esperar ningún resultado. Desapegándote de la meta y disfrutando de cada paso. De cada inhalación. De cada exhalación.
Namasté.